“Lección de sabiduría: (…) seguir a la naturaleza, rechazar la cultura, no preocuparse por las conveniencias, y, sobre todo, burlarse de la mirada y del juicio de los otros, es condición primordial para alcanzar la verdadera sabiduría.”
–Michel Onfray, Las sabidurías de la antigüedad, Contrahistoria de la Filosofía I-
Como meteoros irrumpiendo en el aparente orden del Kali Yuga, de cuando en cuando personajes alegres y rebeldes hacen un heroico esfuerzo por evidenciar lo irrisorio de la seriedad con la que asumimos el estado de las cosas, tratando ellos de recordarnos y de recordarse que, cuando más, hay que tomarse la vida tan en serio como si se tratara de una gran broma (o de un sueño). Muchos de esos épicos momentos ocurrieron durante la guerrilla filosófica que libraron los cínicos (junto con los cirenaicos) contra la interpretación platónica de la doctrina socrática, resplandeciendo especialmente entre ellos uno de los momentos de más radical congruencia en la historia del pensamiento occidental: las nupcias entre Hiparquía de Maronea y Crates de Tebas .
Lucio Apuleyo, en sus Flóridas, ofrece quizá el más completo relato del nacimiento y consumación de la unión entre Hiparquía y Crates:
“(…) tanto se le quería [a Crates], que una joven de noble familia, desdeñando a los más jóvenes y ricos pretendientes, le declaró espontáneamente su amor. Crates desnudó entonces su propia espalda, que tenía una gran joroba, puso en el suelo su alforja, su bastón y su manto y mostró a la muchacha que aquél era su único ajuar y que su hermosura era la que elIa misma había contemplado. «Por lo tanto», añadió, «piénsalo bien, no sea que después tengas que lamentarlo». A pesar de todo, Hiparquía aceptó el partido que Crates le ofrecía. Respondió que ya lo había previsto de antemano suficientemente y que había tomado una firme resolución, ya que en ningún lugar del mundo podría encontrar un marido más rico, ni más hermoso y que la llevara, por lo tanto, a donde él quisiera. El Cínico la condujo bajo un pórtico. Y allí mismo, en un lugar concurrido, públicamente, bajo una luz clarísima, se acostó con ella y públicamente hubiera desflorado a la virgen, que estaba dispuesta con igual firmeza, si Zenón [de Citio] no hubiera protegido en secreto a su maestro de las miradas del círculo de gente que los rodeaba, con un mantillo que tenía preparado.”
¿Qué pudieron haber logrado estos dos “perros” al lograr su unión a plena luz del día? La liberación de ese agregado de percepciones con el cual “los dormidos” nos identificamos, o sea: el yo. Al igual que los practicantes de Chöd de Tíbet (chöpas), los cuales también son considerados radicales, Crates e Hiparquía crearon las condiciones para que, juzgados severamente por sus espectadores, experimentar una incomodidad extrema que pudieran usar a su favor para buscar a ese sujeto mental con el cual solían identificarse, acción con la cual probablemente descubrieron que la naturaleza última no es más que vacuidad (śūnyatā), que ese sujeto mental, junto con el resto de la realidad, al ser vacíos, no son más que una broma sobrevalorada. Acaso algún testigo de la canigamia (boda de perros) pudo también haber experimentado la misma liberación frente a tan “escandaloso” acto, y es en este sentido soteriológico que podemos considerar esta hazaña cínica como un acto compasivo propio de bodhisattvas (traducido: “seres despiertos”), ya que estos, en última instancia, ayudan a los seres sufrientes a liberarse de la alucinación yoica.
Ahora bien, ¿por qué Zenón, discípulo de Crates, decidió cubrirlos con un mantillo? Porque no entendía los principios de la doctrina cínica, pues ¿cuándo se ha visto que un perro cubra, por vergüenza propia y ajena, a una pareja de perros apareándose? Asimismo, el hecho de que Zenón cediera ante la vergüenza (recordando que él es el fundador de la doctrina estoica) nos faculta para pensar al estoicismo como una degeneración del cinismo (esto además de que, como refiere el filósofo venezolano Elías Capriles, Zenón “mantuvo [a] sus esclavos y pervirtió las enseñanzas cínicas con la lógica de Estilpón el Megárico”), misma que se debió a la incapacidad de Zenón de superar el infierno que es la mirada de los otros.
Así pues, quizá la áurea boda de filósofos perros no sea precisamente un llamamiento a que nos unamos sexualmente en público, sino una invitación a burlarse de los límites que nos imponemos individual y colectivamente. Esto no quiere decir que soltemos totalmente las riendas de la razón y cometamos atrocidades libertinas, recordemos que (en palabras de Michel Onfray) el cinismo es, ante todo, “dominio, control, conducción”. El cínico relaja las riendas de la razón, pero siempre cuida, atento, de no soltarlas.
Fuentes:
A. (1980). Apología/Flórida (Vol. 32, Biblioteca clásica Gredos). Madrid, España: Gredos. pp.251-252
Capriles, E. (inédito). La tradición jónico-tracia de orígenes asiáticos no-dualistas Vs la innovación itálica basada en el dualismo órfico.p.7
Martin García, J. A. (2008). Los filósofos cínicos y la literatura moral serioburlesca (Vol. I). Madrid: Akal. p.508.
Onfray, M. (2006). Las sabidurías de la antigüedad, Contrahistoria de la Filosofía (Vol. I). Barcelona: Anagrama. pp. 131-140.